- La cultura del vino, los cimientos sobre los que se asienta la villa
Quizás la culpa de todo la tenga el vino. Los deliciosos caldos de la tierra, de sobra conocidos y premiados a nivel internacional, amenizan mucha de la oferta turística, pero también acompañan en el tranquilo discurrir de taberna en taberna mientras se disfruta de la idiosincrasia hospitalaria de los lugareños, y en los almuerzos o cenas en sus restaurantes. Porque la cultura del vino se bebe, nunca mejor dicho, en cada uno de sus rincones, mostrándose orgullosa al visitante y contagiando el buen humor y las ganas de disfrutar de los pequeños placeres de la vida, tan propios de una localidad que se ha construido a sí misma en torno a esta bebida. Las diversas bodegas que horadan el subsuelo de Laguardia constituyen en sí mismas un singular simbolismo de esa cultura antiquísima sobre la que se cimenta la villa.

- Laguardia te hace sentirte bien y te inspira.
Pasear por sus calles significa perderse en el discurrir tranquilo del tiempo, disfrutando de los detalles de la arquitectura local y de las sorpresas, sí, sorpresas, que uno va descubriendo si observa detenidamente las fachadas de los edificios. Escudos de armas, extraños símbolos ornamentales, originales arcos que enmarcan los portones… un sin fin de pequeñas revelaciones camufladas logran hacer más ameno, si cabe, el itinerario. Una cosa es clara. Laguardia no es solo el maravilloso pórtico de la Iglesia de Santa María de los Reyes, con sus figuras rebosantes de vida. No es solo la imponente Torre Abacial, donde la solidez y sobriedad de su estructura permite disfrutar de una de las mejores panorámicas de la zona. No es solo el estanque celtibérico que nos transporta al pasado más remoto de la villa. No es solo el característico reloj de la Plaza Mayor, la iglesia de San Juan o las murallas. Laguardia es eso y mucho más. Laguardia te hace sentirte bien. Laguardia te inspira. Recorrerla, redescubrir sus misterios y exprimirla al máximo te hace conectar directamente con eso que hay quien llama momentos de felicidad y otros denominan, de una manera más sencilla y accesible, saber disfrutar de la vida. He de reconocer que la subjetividad cala en mis palabras, por los lazos familiares que me unen con gentes de La Rioja Alavesa, pero considero que, aunque éstos no existiesen, la experiencia vivida entre sus calles y sus habitantes sería muy parecida. Los comentarios de las amistades que a veces me acompañan así lo demuestran. Es un sentimiento generalizado.
La Rioja Alavesa y Laguardia en especial, es la cuna donde se mece la trama que subyace en EL RENCOR DE LA MONTAÑA INSOMNE. Si tienes oportunidad, no dejes de visitarla.
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